General Ibáñez de Ibero, o Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero, o Don Carlos, como le llamaban sus amigos.
Todo topógrafo, cartógrafo, geodesta, geógrafo o amante de los mapas que viva en Madrid lleva en su cabeza este nombre. Ibáñez de Ibero, así es cómo se llama la calle en la que se encuentra el Instituto Geográfico Nacional, en Madrid.
¿Qué hizo este señor para merecer tal honor? Pues fundar el instituto.
Lo más conocido del General Ibáñez de Ibero
Nació en 1825 en Barcelona. Militar desde los 14 años, en otros 7 ascendió hasta teniente coronel. Con 29 fue nombrado miembro de la Comisión del Mapa de España y posteriormente miembro de la Junta Directiva de la Carta Geográfica. Llegó a ser secretario de la Sección Geográfica de la Junta General de Estadística e ingresó en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Presidió la Asociación Geodésica Internacional y representó a España en la Comisión Internacional de Medidas, Pesas y Monedas.
Con semejante currículum, en 1870 fundó el Instituto Geográfico y Estadístico, lo que hoy es el Instituto Geográfico Nacional, y el ministro de la época le otorgó la presidencia, cargo que ocupó por espacio de veinte años. Durante su mandato el instituto acometió, entre otras tareas, la elaboración del Mapa Topográfico Nacional a escala 1:50.000 (terminado en 1960) y el Plano Parcelario de Madrid a escala 1:200.
A pesar de ser un autor muy prolífico a nivel personal, es más conocido por estas dos obras, que impulsó y en las que colaboró, pero no se le pueden atribuir a él única y directamente.
La base de Madridejos
¡Esto sí fue cosa suya! En 1858, Carlos se embarcó en una misión épica: medir la base de Madridejos. ¿Qué es eso? Era una línea recta de varios kilómetros en la tierra, utilizada como referencia para cartografía y geodesia. Carlos y su equipo se pusieron las botas (literalmente) y midieron esa base con precisión milimétrica. ¿El resultado? Datos tan precisos que hicieron temblar a los geodestas de la época. ¡Carlos estaba en su salsa!
El sistema métrico
Pero aquí viene la parte jugosa. Carlos no solo era un genio con la brújula, sino también un diplomático de primera. Representó a España en la Conferencia del Metro de 1875. ¿Y qué se discutía en esa conferencia? Pues nada más y nada menos que el sistema métrico internacional, ese sistema que nos hace hablar de kilómetros, gramos y litros en lugar de millas, libras y galones. Carlos, con su bigote impecable y su regla graduada en mano, defendió la causa métrica con pasión. Como delegado español en esta conferencia, contribuyó a la adopción y promoción del sistema métrico en todo el mundo. Su participación fue fundamental para establecer estándares uniformes de medición.
El legado del general Ibáñez de Ibero
Después de la conferencia, Carlos fue nombrado primer presidente del Comité Internacional de Pesos y Medidas. Su trabajo influyó en la estandarización de las mediciones en todo el mundo. Pero eso no es todo. Carlos distribuyó prototipos del metro a todos los países participantes. Sí, esos prototipos de platino e iridio que definieron el metro hasta 1960.
En recompensa a su labor científica se le nombró general de división y marqués de Mulhacén.
Así que la próxima vez que veas una regla o compres una botella de agua de litro, recuerde a Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero. Un general que no solo fundó un instituto geográfico, también midió bases, distribuyó metros y dejó su huella en la historia de la geodesia.
El aspecto del general se puede apreciar en el grabado adjunto, obra de Eulogia Merle y extraído de la Wikipedia.